jueves, 24 de noviembre de 2011

AL PRINCIPIO FUE EL CRIMEN

       Pocos sucesos ocupan un lugar tan privilegiado en el corazón de los amantes de los cómics como las audiencias del Senado de EEUU (1951) para investigar la posible relación entre los tebeos y la delincuencia juvenil. Aunque las conclusiones no fueron tan dramáticas como algunos creen, obligaron a la industria a adoptar un código de conducta  vigente hasta hoy. La medida provocó una caída en picado en la calidad y las ventas y se sigue considerando, como lo fue el Código Hays en el cine, un caso de censura con otro nombre.
      Aunque la historia siempre recuerda cómo la medida condenó al medio a un regreso al infantilismo que obligó a refugiarse en otros contenidos más tolerables (como los superhéroes), lo cierto es que las editoriales tuvieron parte de culpa de lo que se les vino encima.
 Y es que el cómic ['El Crimen No Paga (Todo historias criminales auténticas)'] nació en 1942 de la mano del editor de tercera fila Lev Gleason, un tipo tan dotado para los negocios como para los tebeos. 
      La palabra clave era realismo. "A los chicos les gusta el detalle", solía decir Biro a sus colaboradores. "Olvidaos del arte: id a por los detalles, los matices: balas que atraviesan las cabezas, cerebros que saltan por detrás...
      Con el tiempo casi todos los colaboradores terminaron en el fondo del hampa haciendo clave la premisa del propio cómic EL CRIMEN NO PAGA.

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